PAPPO
Norberto Napolitano nació en 1950. Doce años
después le regalaron una guitarra criolla. Cuando conoció el rock & roll quiso
una eléctrica y a partir de entonces nunca se sacó la correa del hombro. Su
primera banda se llamó Los Buitres, pero recién con Engranaje -junto a Droopy
y Bocón- Pappo se insertó en el incipiente circuito de rock local. Habitué de
las interminables noches de La Cueva ("si no tocabas bien, te rajaban"), integró
la primera formación de Los Abuelos de la Nada y, poco después, Conexión Nº
5. Luego llegó el llamado de Los Gatos, a quienes abandonó después de dos años
y un disco, cambiando baladas por adrenalina. Fue entonces cuando Pappo decidió
formar su propia banda; fue entonces cuando nació la leyenda. El primer disco
de Pappo's Blues se editó en 1971, y el más reciente, en 1999. Durante esas
tres décadas hubo viajes, bandas ocasionales (como Aeroblus) y otras más definidas
(como Riff). Pero Pappo's Blues fue el grupo que más influyó a una enorme cantidad
de músicos que entendieron como Pappo al rock & roll. La mejor muestra es "Pappo
& Amigos", el flamante disco doble en el que veinticinco artistas invitados
interpretan, junto con "el maestro", temas de aquel grupo. Y eso es lo que presenta
"el maestro" el 16 y 17 de junio, en Obras.
El Carpo is back.
Tiene menos pelo, pero lo tiene más negro. Usa un perfume tan fuerte que si
alguien prende una vara de incienso en la habitación en la que está Pappo, la
vara de incienso se apaga por sus propios medios, y se va.
Durante nuestro primer encuentro, el artista declina atendernos en su propia
casa y nos recibe en una "mansión" de un "conde" (una casona en Devoto, propiedad
de un amigo corredor de kártings), cuya mesa de comedor es "mágica" (la noche
anterior, a Pappo habían intentado enseñarle los misterios del I-Ching y la
mesa rebosaba de monedas y papeles sueltos, con hexagramas dibujados en tinta
roja). Una solícita y callada mucama, Yudith, nos atosiga desde las 19 hasta
la medianoche con café, agua mineral y gaseosa; como único alimento sólido propone
algunas galletitas boca de dama. "Miren la camisa que me puse, ¡eh! ¡Me la puse
para la ocasión! ¡Miren!", exige Pappo, sin descanso: la camisa es oscura y
brillosa, y parece de seda.
Al día siguiente, el músico también recibe a la pareja de cronistas vestido
"para la ocasión": un toallón anudado a la cintura ("recién me bañé"); un pliegue
de la prenda, a la altura del muslo, deja en claro que el artista está olímpicamente
en pelotas. La "mansión" es ahora el hogar familiar de La Paternal. Inclinado
sobre una mesa de magia más pedestre, enharinado hasta los codos, amasa un pan
integral con cebolla que la velada anterior -tal vez mortificado por las escasas
viandas- había prometido: "Lo sé hacer desde chico, lo hacia mi viejo en el
campo, lo hago desde siempre...". Liliana, su hermana, ingresa en escena: "¿Vos,
amasando pan? ¡Yo nunca te vi hacer pan..!"
La mirada de Pappo, lapidaria, parece detener el tiempo.
"Bueno eh..., quiero decir: yo nunca te vi hacer pan... acá.
No hay mucama en esta casa de La Paternal. Sin embargo, está Florencia, 25 años,
la novia de Pappo desde hace cuatro. Es hermosa. Por orden de Norberto, ella
sale a comprarle un hueso a Cactus, el terrier. Regresa con un hueso de plástico,
juguete de veterinaria; debe volver a la calle a conseguir un hueso "de verdad".
Al rato emprende otra salida: hace falta queso rallado para los fideos. Minutos
después, incansable, se ausenta para conseguir una botella de vino para los
invitados.
Pappo va hacia la habitación y trae un desvencijado estuche de cuero. Extrae
de él un rifle Winchester de dimensiones prodigiosas; lo ensambla, lo gatilla;
está deslumbrado. Luego exhibe un lustroso revólver calibre 38. Enseguida, dos
filosos machetes, de hojas largas como un antebrazo, que parecen armas de guerra.
Va a enseñarnos cómo matar a un jabalí. Sitúa imaginariamente al animal a un
metro de distancia, a la altura de sus rodillas. Primero lo hace volar cuatro
o cinco veces con el Winchester, luego lo remata en el entrecejo con un disparo
del 38, y acto seguido procede a apuñalar el aire, enfurecido, con el cuchillo
más grande. Le advertimos que su método, de haber sucedido en el mundo real,
hubiera convertido a la bestia en una irreconocible tonelada de carne molida.
Se ríe. Abre la lata de tomates para el tuco de los fideos; no usa el abrelatas:
la desfleca, literalmente, con el cuchillo más chico. Se ha vestido, por fin.
Comemos. Florencia recoge los platos sucios. A Pappo le dice "Sapo", como los
íntimos. El la llama "Daisy" pero a ella no le gusta; dice que es "nombre de
puta". Haciendo el menor ruido posible ("por la nota"), Florencia lava los platos
en la pileta.
A la una de la mañana, Pappo se levanta de la mesa. Recoge el 38 y, delante
de los cronistas, en silencio, lo carga con seis balas. Luego desaparece dentro
de la habitación.
-Vos decís de hablar un poco
del pasado. ¿Qué época del pasado? ¿El pasado de mi vida de ahora,
o de mi vida anterior? Bueno: en mi vida anterior fui vikingo (muestra
un vikingo tatuado en su brazo). En el trayecto de mi existencia
hubo alguien que se dio cuenta y me empezó a llamar "Vikingo"; era
el negro Serafián, un amigo de Alejandro Medina, que me decía "Vikingo
Pappo", en esta vida. ¿Por qué me decía "vikingo"? ¿Y por qué en
el escudo de Napolitano Hermanos hay un vikingo con la espada en
alto? ¿Y qué relación hay entre el apellido Napolitano y los vikingos?
Y bueno, porque yo fui un vikingo.
-¿Y el pasado de esta vida?
-Me acuerdo de muy chiquito en Santa Isabel,
en Santa Fe. Es un pueblito donde creo que nací; ahí o en Buenos
Aires, no sé dónde nací, creo que en Buenos Aires, pero estuve en
los dos lugares. Mi infancia fue, seguro, en Santa Isabel: calle
de tierra, comer cosas de las plantas, todo campo. Mi abuelo, que
era italiano de la provincia de Catanzaro, con mi viejo y tres hermanos
más había comprado unos campos en la provincia. "Acompañame, te
mostraré / unos campos en Santa Fe" (canta). Y después nos mudamos
a Buenos Aires: fundaron una empresa que se llamaba Talleres Metalúrgicos
Napolitano Hermanos Calderas. Y mi viejo hacía unas calderas de
cien metros con unas máquinas que tenían como cincuenta metros de
alto, con aparejos; trabajaban cuarenta y una personas, metían unos
tubos, fresas... ¡era una fábrica infernal! Entonces, del campo,
los pajaritos, las mariposas, las calles de tierra, ¡de golpe me
encontré en medio de una fábrica industrial! (se ríe). Esa fábrica
ahora está parada y es mi sala de ensayo. El taller tenía máquinas
que las tuve que sacar porque no se podía caminar por adentro, pero
me quedó una ahí, que no la puedo vender porque quiero que me quede
como recuerdo.
-¿Cuándo cerró la fábrica?
-Hace unos veinte años. Entonces yo me tatué
el vikingo en el Infierno, como que seguía luchando. Porque la insignia
de la fábrica era el vikingo triunfante, con el sol atrás. Cuando
se fundió la fabrica, yo me tatué el vikingo luchando en el Infierno.
-¿Cuántos hermanos tenés?
-Tengo una hermana, y al espíritu de mi hermano
Carlos acá, al lado mío (señala una silla vacía a su derecha). Hace
mucho que está conmigo, mi hermano. Y ahora tengo el espíritu de
mi viejo, del otro lado (señala otra silla vacía a su izquierda).
Los dos están conmigo, yo los siento; aparecen en momentos importantes.
Carlos fue el primer hijo varón de mi papá. Mi hermana, Liliana,
es más grande, y el más chico soy yo.
-¿Cuándo falleció Carlos?
-Antes de que yo naciera, entonces yo creo
que somos el mismo.
-¿Te referís a que reencarnó en vos?
-Digamos que yo soy yo, pero que él se prendió
conmigo para seguir. Yo puedo percibir a los muertos, a los espíritus:
mis seres queridos están conmigo. Pero el que toca la guitarra arriba
del escenario soy yo, y me la tengo que bancar.
-¿A qué se dedica tu hermana?
-Es concertista de piano de alto nivel, tiene
todos los títulos. Yo dormía en la pieza donde ella estudiaba cuando
era chica, así que imaginate a las 9 de la mañana, con dos almohadas
tapándome los oídos, tratando de dormir. Pero eso me ayudó, inconscientemente...
-¿No grabaste nada con ella?
-No, no quiere tocar conmigo (risas). Porque
tiene sus alumnos, es profesora en un conservatorio...
-¿Confiesa que es hermana de Pappo?
-Todos saben.
-¿En qué momento dirías que empezó tu historia?
-Cuando tenía unos 14 años y escuché a Little
Richard. No me acuerdo qué estaba haciendo; creo que estaba entrando
o saliendo de la casa de mi familia en Carlos Paz, que era donde
siempre nos íbamos de vacaciones. Y lo escuché en la radio. Ese
fue el primer indicio que me hizo cambiar de idea sobre la supuesta
educación sobre música folklórica que aprendía en el colegio. Me
compré una guitarra eléctrica, un equipo, y cantaba los temas de
Little Richard y me cagaba de risa.
-¿Dónde compraste la guitarra?
-En Daiam [Talcahuano y Bartolomé Mitre]; la
otra viola, la criolla, ya no sonaba. Venía el profesor de guitarra
a mi casa, y yo ni cinco de bola; decía a todo que sí, a todo que
sí, pero en realidad no estaba aprendiendo nada. ¡Decía que sí para
que el tipo se fuera! Tocaba canciones de los Shadows, de los Beatles,
de los Stones. Hasta que salió Cream: ahí basta de Beatles y de
Stones... No sé cómo aparecí en una banda. Intenté varias: Los Buitres
fue mi primera banda de barrio, con mi primo el médico, un psicólogo
y un tapicero. Vi todo el underground. A los más famosos no los
veía, hasta que aparecieron Manal, Almendra y Vox Dei, que eran
conocidos pero que hacían la música que me gustaba a mí.
-Y Los Gatos...
-Ellos me sacaron del anonimato. En 1969 debuté
como guitarrista de Los Gatos.
-¿Quién encontró a quién?
-No sé, me vinieron a hablar y yo aparecí tocando
en el grupo; antes no hubo ninguna conexión. Yo iba mucho a un boliche,
La Cueva 2 [la segunda versión de La Cueva de la avenida Pueyrredón],
que tenía escenario libre: subías, tocabas, y cuando eras malo te
sacaban de una, cagando; se miraban entre todos y decían "¡Fuera!".
El hecho de no cruzarse en el blues era muy importante, porque el
blues es un idioma, como cualquier otro. Así que se fue haciendo
una secta con el idioma del blues; ahí aparecieron Claudio Gabis,
José Colchón, Quique Polenta, Miguel Fender, Fatorusso... Y cuando
había una banda que necesitaba un músico, iba a buscarlo a la Cueva
2. Yo resulté el tipo ideal, porque era el guitarrista con el que
todos estaban de acuerdo; todos tenían la misma opinión de ese gordito
de anteojos que tocaba blues en La Cueva.
-¿Ya te hacías llamar Pappo?
-Sí, me decían Pappo en el barrio. Pappo quiere
decir "pavo", siempre fui un pavo. Aunque en el horóscopo chino
soy tigre.
-En el horóscopo chino no hay Pavo.
-Bueno: Los Gatos me sacaron de la fábrica
y me llevaron al teatro Gran Rex a laburar en el escenario... ¡Ponete
en mi lugar! Estuvimos juntos dos años, fue muy bueno, hasta que
yo empecé a poner mucha presión para que tocáramos rock. Ciro [Fogliatta]
y [Oscar] Moro estaban más o menos de acuerdo, pero el más duro
era Litto [Nebbia], que era el que mandaba; y si el que manda quiere
seguir con una línea melódica, tiene razón. Muy bien, gracias por
todo... Me voy de este barco, está todo bien, seguimos siendo amigos.
Mi decisión fue no dejar de tocar rock & roll, porque el rock &
roll es mí presentación en la Tierra. Es mi forma de ser, mi forma
de hablar. Me fui de Los Gatos y formé Pappo's Blues, con David
Lebón en bajo y Black Amaya en batería.
-Pappo's Blues tenía un sonido muy duro, inclusive para
su época.
-Es que a mí me gustan Black Sabbath y Jimi
Hendrix.
-Pero en ese momento eras contemporáneo de los Black Sabbath,
a quienes se menospreciaba acusándolos de "cuadrados"...
-Y de mí decían lo mismo, qué problema hay.
¿Vos te creés que a mí me importa que me digan cuadrado? Yo toco
lo que a mí me gusta tocar; si no, no toco nada. Es que no puedo
tocar otra cosa, tengo que tocar pesado y tengo que sentirlo lo
más al palo. Yo soy humilde, creo que soy el más humilde que conozco,
y cuando pasé a ser profesional y a salir en las tapas de las revistas,
entonces empecé a sentirme un poco afectado por eso. A principios
de los 70, la única revista de rock especializada en el país se
me tiró en contra, me hizo un sabotaje: dijo que yo era un payaso,
tanto en el escenario como en mi vida privada. Así de suave. Entonces,
yo, ¿qué hice? El título del último disco de Black Sabbath en ese
momento era Sabotage; y me dije: "A estos le está pasando lo mismo
que a mí", por eso me fui para allá. Me fui a Inglaterra en 1971.
-Pero habías dejado grabado el primer álbum de Pappo's Blues...
-Sí, fue un disco que grabamos para nosotros,
sin más expectativas... Me quedé ocho meses en Inglaterra sin hacer
nada; pasé por el Hard Rock original, tocaba la armónica y la guitarra...
-¿Tocabas en los subtes?
-Sí, toqué una vez, nada más. Me di cuenta
de que no sirvo para tocar la acústica, nadie me dio un sope. Después
toqué el piano en un bar, donde me fue mucho peor. Y entonces me
llegó un telegrama que decía: PAPPO'S BLUES Nº 1 EN ARGENTINA. TEATRO
METRO. TRES FECHAS. Y en todo Buenos Aires decían: "Vuelve Pappo".
-No te lo esperabas.
-Para nada. Qué sé yo: veía el teatro lleno,
para la época era mucho... Por ese entonces los grupos tocaban para
cuarenta personas, y yo que haya hecho tres Metro hasta las manos...
no entendía nada, era como un sueño. El disco fue oro, platino y
doble platino. Pero no me dieron ninguno: ni el disco de oro, ni
el de platino, ni el de doble platino.
-De todos modos decidiste quedarte en Buenos Aires. ¿Por
qué?
-Claro, me quedé porque conseguí un estudio
enorme para grabar y me mandé adentro para hacer Pappo's Blues 2.
Me compré un Marshall y una Strato y una Gibson Les Paul. Firmamos
contrato con una compañía que se llamaba Sicamericana; la compañía
fundió y nunca cobramos los derechos. Igual, no eran muchos: no
había ningún derecho.
-¿De qué vivías?
-De los shows. Teníamos dos camiones con dos
juegos de equipos y batería; nosotros íbamos en un Ford Fairlane
de un tipo que manejaba rápido, y los dos camiones eran V8 y también
iban rápido. Uno lo manejaba El Cíclope, que tenía un ojo solo;
y el otro chofer era un gallego muy cómico que cantaba canciones
de Galicia; te cagabas de risa, era un gallego que recién había
llegado al país y estaba contento todo el tiempo. Para la época
de Pappo's Blues 3 ya tocaba con Pomo en batería y Machi en bajo;
era un equipo perfecto, una banda tipo aplanadora, profesional,
impresionante.
-¿Cuántos shows hacían por noche?
-Ocho, cuatro...
-De veinte minutos cada uno...
-Veinticinco, decía el contrato. Tocábamos
el "Stratocaster boogie", "Sándwiches de miga", "Sucio y desprolijo",
"El hombre suburbano", "El tren de las dieciséis", "Caras en el
parque" y otro más que no me acuerdo.
-En esa época conociste a Charly García.
-Yo a Charly me lo crucé en la casa de Jorge
Alvarez, el productor de Pappo's Blues que también produjo a Sui
Generis. Y pensé: "¿Cómo puede ser tan pelotudo este tipo? ¡Yo vengo
luchando desde que tengo uso de razón para poder implantar y clavar
la bandera como hicieron los norteamericanos en la Luna... clavar
la bandera del rock en Buenos Aires...!
Y yo vengo luchando, junto con Manal... junto con Almendra, que
dentro de todo era rock, con una actitud muy piola. Y vienen dos
tarados... Te digo lo que pienso yo: vienen dos tarados, uno de
bigotitos y otro con menos gracia que una estatua, y yo no lo podía
creer.
-¿La música de Sui Generis te indignaba?
-No, no era indignación, era decir "Dejate
de joder, no hagas bromas pesadas". Fueron ellos los que ablandaron
la milanesa, y me quedó la sangre en el Ojo. Por eso hice Riff en
los 80: para eliminar a Serú Girán. Y todo el mundo lo sabe: ésa
es la verdad. Serú Girán se tuvo que separar. Al salir Riff, no
podía seguir tocando nadie más; después de escuchar el sonido de
Riff no podía quedar más nada.
-No quedaba nada porque rompían todo...
-Fue una época en la que nos fue muy bien.
Riff estuvo en pleno proceso militar; a los camarines venían los
de Toxicomanía a oler si estábamos fumando marihuana; esas boludeces
que hoy no pasan. Nosotros nos casábamos de risa de todo, de todo
en general, de toda la situación. Es que es una forma también de
aceptar lo que a uno le toca vivir, ¿no es cierto..?
-¿Cómo fue tu relación con Charly, más allá de tu evaluación
artística de su música?
-Ninguna relación. Lo que me parece es que
Charly es blando. Blando. Hay dos clases de gente: la gente dura
y la gente blanda. Lo que hizo Charly de rock fue muy cortito. Tira
ritmo de rock en algunas canciones... y eso no tiene nada que ver.
No es mal músico. Maná dice que hace rock... si te descuidás, vamos
a decir que Mercedes Sosa hace rock porque es amiga de Charly, ¿entendés?
Si Charly ni rock hace...
-¿Y Spinetta?
-Spinetta es un genio. Charly García es un
talentoso, pero no es un genio.
-¿Te acordás de cómo conociste a Luis?
-Lo conocí a un metro de altura.
-¿Vos estabas subido a una escalera o él estaba suspendido
en el aire?
-No, él flotaba en posición de... eh...
-¿De loto?
-... con las piernas cruzadas, meditando.
-¿Cuándo fue?
-Teníamos 18 años, más o menos. Nosotros nos
divertíamos mucho con Spinetta; éramos amigos, paseábamos todos
los días, hacíamos cada quilombo... Teníamos un personaje que se
llamaba "El sospechoso". La gente nos escuchaba conversar; Luis
me decía: "Hola... ¿te pareeece..?", y yo contestaba: "Claro, sospechoooso...
sospechosíííísimo...... A Luis le decíamos Mamadera: era el Flaco
Mamadera; yo era el Vikingo Pappo; Black era el Negro Black; David
Lebón era Colonio, porque en esa época había una colonia para damas
que se llamaba Le Bon; a Héctor Starc le decíamos La Bola de Ruido;
y a Emilio del Guercio y a Rodolfo García, de Almendra, les decíamos
Fugazza y Fugazzeta.
-Luis te regaló una guitarra y vos la vendiste.
-Bueno, él me regaló una guitarra de onda,
porque sí... Yo llegué a España y tenía que tocar en un boliche
que se llamaba JJ, que quedaba en la Gran Vía, en Madrid, y tenía
la plata justa para comprarme el Marshall, pero había una Les Paul
y le digo al tipo: "¿Me toma esta otra guitarra en parte de pago?",
y la guitarra quedó ahí. No creo que... Una vez que te regalan algo,
ya es tuyo, podés hacer lo que quieras. Ese es mi concepto de un
regalo, no sé si es correcto. La vendí por necesidad.
-Siempre se dijo que Luis se enojó mucho.
-No, él no se enojó. La gente creó una cosa
rarísima y nosotros no estábamos enterados. Es lo mismo que Juanse
y Pity [cantante de Viejas Locas]: todo el mundo dice que están
peleados y ellos ni siquiera están enterados de que están peleados;
es lo mismo.
-Después del éxito de los primeros cuatro discos de Pappo's
Blues, no parece sensato que hayas dejado todo y viajaras otra vez
a Inglaterra, a vivir en un... sótano.
-Bueno, primero en Londres trabajé de lavacopas.
Y después me enteré de ese sótano que servía de sala de ensayo,
y con tal de quedarme ahí le dije a la dueña si podía hacer el mantenimiento,
pintar, hacer (sic) la alfombra, lo que sea... Un día llegó a ese
sótano Lemmy [Kilmister] con Animal Taylor y me puse a tocar con
ellos; después apareció Fast Eddie Clark con una de las chicas groupies
que venían siempre al estudio. Ahí los tres formaron Motörhead.
(Cuando en el 76 vuelvo a la Argentina, le digo a mi sobrino: "Mirá
este logo"; era el logo de Motörhead, cuando todavía no habían grabado...
) Después conocí a Michel Peyronel, a los Heavy Metal Kids y a UFO,
que era la banda donde tocaba Danny Peyronel. Michel me dijo: "Vamos
a hacer una banda". "Bueno", le contesté. Conseguimos un bajista
y empezamos a ensayar en la sala de los Heavy Metal Kids. Pero Michel
era malísimo tocando; le dije: "¡Dejate de joder!". Un día, después
de cinco años, escuché a Extraball; cuando Michel volvió a la Argentina
en el 80, le pregunté: "¿Sos vos el que esta tocando acá? Pero qué
bien...". El había aprendido a tocar con los grupos punks de Francia
y escuchando a AC/DC, y bueno, hicimos una banda tipo AC/DC: Riff.
-¿Y qué fue Aeroblus?
-Cuando volví de Inglaterra, en 1976, Alejandro
Medina me invitó a ir al Brasil. Allá formamos Aeroblus, en el medio
del quilombo infernal que es San Pablo. Había una mueblería, y Alejandro
quería ensayar ahí, y yo dije: "No, es imposible hacer música acá,
en este quilombo, tenemos que ir a un paraíso". Pensamos, y apareció
un aparato que tenía fábrica de no sé qué y dijo: "Curitiba". El
tipo tenía una casa ahí en Curitiba, una casa que adentro tenía
caminos, montañas, lagos, una iglesia abandonada del siglo pasado,
pileta, pool, yacuzzi, baños para cuarenta personas, habitaciones
por todos lados, ¡increíble..! Esa era la casa de fin de semana
del tipo... Y se la prestó a Medina... Tengo una foto de la puerta
de la iglesia... ¡Ah, es la foto que está en la contratapa del disco
de Aeroblus! Una noche decidimos salir a buscar baterista; probamos
tres o cuatro, y apareció uno con una mano más chica que la otra.
Era Castelo Junior, un brasileño. Y yo pensé: "Es imposible que
este toque con esa manito", y cuando empezó a tocar nos dejó podridos
a todos.
-Para esa época ya había nacido Luciano, que ahora tiene
25...
-Mi hijo. Viene a ser La pesadilla continúa...
(se ríe).
-¿Quién es la madre?
-Se llama Pil.
-¿Fue una relación importante?
-Esa fue una relación hippie: tenés una minita,
salís, queda embarazada...
-¿Fue un hijo buscado?
-Antes no se usaba eso.
-¿Pero estabas planeando tener un hijo?
-No, cuando me enteré yo quería salir corriendo;
es más: salí corriendo y después, cuando florecí un poquito... Recién
me hice cargo cuando cumplió Ios 14. Ahora vive con la madre y nos
vemos cuando es necesario; él me llama, yo lo llamo.
-¿Te parece que sos un buen padre?
-¡Qué "padre"..! (se ríe a carcajadas). ¡No!
Yo tengo una relación totalmente normal; por ejemplo, miro qué le
hace falta, porque él está haciendo una carrera musical bastante
importante... Va a andar bien. Ahora estamos en el Plan A, que es
salir a tocar, componer, y grabar el primer disco.
-¿Todavía no sos abuelo?
-No. Te cagué. No pienso llegar a ser abuelo.
-Cuando decidiste formar Riff, en 1980, seguramente en tu
cabeza había algún otro propósito además de "eliminar a Serú Girán".
-Yo nunca gocé tanto en mi vida tocando en
un escenario. Cómo me divertía con esa banda de rock & roll pesada...
Y nos recagá... mucho; me divertí. Pero no sabés qué placer y qué
simple... Fue buenísimo cuando Riff arrancó con disco de oro, de
platino y de doble platino. Que jamás los vi, tampoco. Riff fue
una cosa muy divertida hasta Contenidos. Después de ese disco ya
algunos empresarios le vieron la punta al ovillo, querían hacer
un gran proyecto internacional, ir a España a tocar con Barón Rojo
y miles de boludeces... Querían poner un cantante mejor que yo,
porque decían que en España no iba a pegar... Ahí se empezó a manosear
la cosa: ya no era el Riff de garaje; el grupo se metió en la maquinaria
y me dejó de gustar el proyecto. Cuando trajeron a Danny Peyronel
a cantar... y, bueno, a Vitico y a mí no nos gustaba y nos empezamos
a cagar de risa y le dejamos de dar bola y bueno, ahí terminó Riff,
con un quilombo bárbaro en la cancha de Ferro. Entonces, al tiempo
formé la banda Hoy No Es Hoy y el disco se llamaba Pacto diabólico,
porque me parecía que todo aquel mecanismo era un plan diabólico.
-Y decidiste irte de nuevo, esta vez a los Estados Unidos...
-Primero fui a Nueva York, y después, a California.
Ahí me uní a los Widowmakers; la banda existe todavía, es de cuarta
categoría. Entré por un aviso del diario L. A. Weekly; tocamos en
lugares chicos de Los Angeles. Después vine con ellos a Buenos Aires,
nadie entendió nada, y se fueron.
-¿Por qué no volviste con ellos?
-Por un problema familiar: el ocaso de la compañía
Napolitano Hermanos. Me tuve que hacer cargo de mi papá, que ya
había entrado en años; yo, como persona, pienso que el agradecimiento
se da con hechos y con actos, y a mi papá me lo banqué hasta que
se murió. Eso es parte de toda la tradición de una familia italiana
de tipos pesados, no caretas, que dicen la verdad y la pasan bien;
de ahí vengo: de esa parte de Italia. Y me quedé acá.
-Y te pusiste a trabajar en el taller mecánico...
-Sí. Yo ni me imaginaba que iba a volver a
tocar como profesional: había llegado mi hora de colgar los guantes
y los botines (sic). Empecé a trabajar en el taller, me armé una
casa rodante, me armé una Chevy para correr... Juanse venía siempre
a visitarme, hasta que un día me dijo: "¡Salí de debajo de los autos,
ponete algo como la gente, que nos vamos a Velez a tocar de soporte
de Keith Richards..!". Yo no pensaba tocar más. Y ahí empecé a tocar
de vuelta.
-Cualquiera diría que deberías haber pensado dos veces cualquier
regreso...
-Sí, pero lo que pasó fue que Javier Martínez,
que estuvo estudiando alquimia en Francia, aprendió a manejar el
péndulo. Entonces vino un día a un asado que yo hice para cincuenta
personas, para recaudar fondos para el auto de carrera, y trajo
el péndulo y me dijo: "A vos te va a ir muy bien los próximos dos
años", y se fue. Le dije: "Gracias". Un día pasé por el estudio
del Abasto, de Alvaro Villagra, y le pregunté cuánto salía alquilar
quince días. Llamé a Vitico, a Black, a [Luis] Robinson, a Medina,
a Javier, a Yulie Ruth -como otra formación de Pappo's Blues- y
así grabamos Blues Local. Lo grabamos para nosotros. Eso sí: vendió
no sé cuántos miles de discos... Cómo te voy a explicar eso.
-Bueno, lo había dicho el péndulo.
-Claro... Blues local fue doble platino, y
ahí fue cuando B. B. King tocó en Obras, a lleno total, y Pappo's
Blues hacía de telonero. Escuchá: el viejo viene en limusina por
Libertador y, ya llegando a Obras, se empieza a escuchar "Blues
local". El negro está acostumbrado a que siempre pare la limusina,
que alguien le abra la puerta, después mira la banda así nomás,
escucha un segundo y se mete en el camarín. Pero acá, cuando paró
la limusina se bajó, entró a bailar, y se golpeaba en el pecho y
decía: "Who is this guy? Quiero que toque conmigo", y se fue para
adentro, dejando la orden. Yo ni idea, nadie me dijo nada. Terminé
de tocar, me puse en bolas y me tiré en la pileta de los basquetbolistas
que hay en el vestuario; entonces, al rato me llamó Miguel Angel,
que era un asistente, y me dijo: "Carpo, te está llamando el negro
del escenario, vestite, apurate". Tenía mojados los pantalones de
cuero y no me los podía subir; me puse una camiseta y subí al escenario
con medio culo al aire, y al segundo paso que di el pantalón hizo
"plic" y subió (risas), y ahí le di la mano a B. B. King y le dije:
"Nice to meet you, sir; thank you", y me iba. Empezó a pedir que
me dieran una guitarra; yo pensé: "¿Qué le pasa a éste?". Empecé
a tocar y no me di cuenta: yo estaba ahí arriba, fue como estar
en Fórmula 1. El público empezó a gritar "¡Pappo!": yo le agradezco
al público que apoyó en ese momento. El que menos se imaginó que
iba a estar ahí fui yo, que me agarraron con los lienzos bajos...
Maravilloso. Terminó el concierto, nos abrazábamos todos llorando,
emocionados, y B. B. King me dijo: "Tenés que venir a tocar a Nueva
York conmigo", y yo le digo: "Sí, está bien". A los tres meses me
llegó un fax que decía: "Presentarse tal día, tal hora, Hotel Howard
Johnson, invitación B. B. King and Friends, Madison Square Garden".
Yo estaba tomando un café con leche y lo escupí todo arriba de la
cama. Me levanté, hice la valija y a los tres días estaba viajando
a Nueva York. Yo me compré un traje de seda para subir a tocar.
Cuando te presentan en público, pasás, saludás y te parás en un
cuadradito que tiene tu nombre. Cuando el tipo me hizo la seña,
me adelanté e hice un solo, terminé y di un paso para atrás; la
cosa es así de corta, es muy profesional. Después de eso dije: "¡Ya
está!".
-¿Fue bueno ese solo?
-La guitarra hablaba sola, yo le digo: "Pará,
loca, ¿qué te pasa?". No podía parar. Eso fue la máxima.
-Después del éxito de "Blues Local" volviste a dejar la
guitarra en el ropero.
-Sí, porque ya había tenido demasiado con el
tema "Mi vieja". Cuando se tiene mucho éxito pueden pasar dos cosas:
una es seguir hacia delante y llenarte de plata, y luego comenzar
a decaer como persona y como artista. La otra es parar. Demasiada
fama te empieza a sacar la aureola mágica que tiene la sensibilidad.
La sensibilidad es algo que, si no lo tenés, no podés hacer música.
-Eso de parar para no perder la sensibilidad ¿de quién lo
aprendiste?
-Es un autoaviso, está incorporado en mi personalidad.
Entonces fue cuando me invitaron a hacer un capítulo de Poliladron
y ahí vieron que yo soy artista. Pero eso en realidad me lo viene
diciendo Javier Martínez desde que tengo uso de razón, que yo tengo
que ser actor cómico, y nunca le di bola. Entonces terminé actuando
en televisión en Carola Casini con un contrato, me vino fenómeno,
porque me gané unos mangos, zafé de las cuentas que debía y me di
cuenta de que yo para eso no nací.
-¿Disfrutaste con "Carola Casini"?
-No, no sabía que era así, tan largo, tan agotador;
era una terrible pesadilla. Salí corriendo, me fui a la casa de
Vitico en el Tigre y me escondí en el canal E. Ibamos con Vitico
en una lancha y empezamos a hacer Que sea rock, de Riff. (Compramos
una lancha, porque en el Tigre te aburrís sin lancha.)
-¿Te resultó fácil enganchar otra vez a los demás miembros
de Riff?
-Empezamos con Vitico en joda, los dos solos.
Después empezó a venir Boff más seguido. Pero te voy a decir una
cosa... Usamos batería electrónica.
-¿Por qué?
-Para no tener que soportar a Peyronel (risas),
para no verlo. Sabemos que es un muy buen baterista de rock, pero
Michel es empresario y le va muy bien, nació para eso. Después,
cuando fuimos al estudio, él no sabía los temas, pero es un hijo
de puta y los tocó de una.
-Ninguna grabadora se interesó.
-No, el disco lo editamos nosotros. Ninguna
de las cinco multinacionales lo entendió; dijeron que no era el
momento del rock en la Argentina, que era el momento de la gilada
latina, como la llamo yo. Yo opino que ya terminó el momento de
la gilada latina y ahora empieza el momento del rock.
-¿Querés decir que vuelve Riff?
- La banda sigue ahí... Ayer llamó Michel y
también hablé con Vitico, nos visitamos... Lo que pasa es que no
hay ningún productor que tenga huevos para decir: "Bueno, voy a
producir a Riff como verdaderamente se lo merece". Tener un escenario
de cincuenta metros de ancho por treinta de fondo para tocar. Riff
en vivo es una masa. Y bueno, cuando aparezca algún productor con
la envergadura, Riff volverá a tocar...
-¿Estás muy seguro de que los otros tres están ansiosos
por hacer lo mismo?
-No, no tienen ni idea.
-¿No era que se hablan todos los días?
-Hablamos de otras cosas: mujeres, joda, las
boludeces que hablan los muchachos...
-Y cuando se ven comparten unos whiskies...
-No. Yo tomo agua mineral, té, café. Hace seis
años que no tomo alcohol.
-¿Fuerza de voluntad..?
-No, no es eso, no me gusta más el gusto del
alcohol; y el faso, imposible. Es más importante la música.
-Debe ser bravo llegar al punto de tener que elegir entre
una cosa u otra.
-Sí, la música es mucho más importante que
lo que mi cuerpo y mi mente quieren. Porque a la música la manejo
con mi espíritu y no con mi mente. Mi espíritu es más fuerte que
mí mente. La prueba está en que yo puedo dominar a mi mente: si
mi espíritu no quiere fumar, no fuma. ¿Sabés lo que significa la
palabra catarsis?
-Sí.
-Pero, ¿cómo se maneja la palabra catarsis?
Todos piensan que una catarsis es una catástrofe, pero en realidad
es una persona que necesita expresarse las veinticuatro horas del
día como diciendo: aquí estoy. Porque me di cuenta que no sé tocar
y me puse a practicar ahora. Estoy muy conectado con la música,
voy a ensayar y es como ir a Luján a ver a Dios. Porque yo al único
Dios que veo es al de Luján; a los demás no los conozco. Yo conozco
a ése, soy amigo de ése. Es un amigo que me espera cuando yo me
muera. Yo lo vi en un momento jodido.
-En el accidente.
-Sí. Yo me estaba muriendo y el tipo salió
de una luz así (abre los brazos) y me mandó de vuelta. Y yo aparecí
en la ruta, tirado; por dónde salí, no sé, porque el auto tenía
todas las ventanas cerradas. Créase o no, los milagros existen.
Esto fue parte de la dimensión desconocida.
-¿Te asusta la muerte?
-La muerte es algo... que, vos viste la película
del tipo que se queda en la Tierra para vengarse del que lo mató
y va a lo de una negra que se comunica con la novia y le dice "vengo
de parte de su novio".
-"Ghost"...
-Ghost. Es así, es igual.
-¿Cuánto hace ya del accidente?
-Seis años.
-El tiempo que dejaste de tomar.
-Claro. Después que vi a Dios, no tomo más
vino. Yo creía que era verso: no es verso. Está, el chabón.
-Muchas personas desearían tener alguna vez una visión como
la tuya.
-Y, se tienen que pegar un palo en Ruta 9.
-Es un precio alto.
-Bueno, pero a lo mejor, encima, no está el
tipo para salvarte... Yo, desde que me pasó eso voy a la iglesia
de Luján a saludarlo. Yo sé que es aquél.
-¿Por qué la de Luján y no otra iglesia?
-Porque fui una vez a Luján y lo vi y era ése,
el mismo.
-¿Cómo fue que te hiciste amigo del ex director de la Side
(Juan Bautista "Tata" Yofre)?
-(Se irrita) Te lo voy a decir, y lo voy a contar
por primera vez tal como fue. Un día apareció un personaje, Tito,
que era plomo de Pappo's Blues; es más, había sido plomo de Conexión
Nº 5 cuando yo tenía 17 o 18 años. Después de tanto tiempo de no
vernos, un día me tocó el timbre y me dijo que era asistente de
un político, del Tata Yofre. "El te quiere conocer porque tiene
la colección más grande de blues que vi en mi vida", me dijo Tito.
"Tiene blues, rock, tiene videos, de todo, y te vine a buscar para
que vayamos para su casa."
-¿Vos no tenías otra cosa que hacer?
-No. Fuimos a una casa en Palermo. Yo no entendí
nada, porque apareció Adriana Brodsky. ¿Y ésta qué hace acá? ¡Ah!
La mujer. Claro, se casó con Adriana Brodsky, perfecto. Apareció
el tipo, "mucho gusto, pasen, ¿quieren tomar algo?", y entré a un
lugar donde las paredes estaban cubiertas de CD's de blues, y pensé:
"Yo a éste lo voy a cagar". Le pregunté: "¿Y cómo sabés dónde está
todo? Hay demasiado...". "Vos pedime", me contestó. Entonces le
pedí uno rarísimo de Muddy Waters pensando que no lo tenía ni en
pedo.
-Y te cagó.
-Mirá, se paró en el medio del salón, agarró
la escalera -una de ésas tipo biblioteca antigua, que tienen rieles
y llegan hasta el techo- y, sin ninguna duda, subió y agarró un
compact y me preguntó: "¿Es éste?". Le dije: "Qué hijo de puta..."
(risas). Bueno, ésa es mi anécdota, y después todo el mundo me dijo:
"Pappo se juntó con el poder", y qué sé yo que otras boludeces hablaron.
-Pero saliste en las revistas con él, fuiste de vacaciones
con él, lo seguiste viendo...
-Bueno, pero ya no lo veo más.
-No debe haber sido una tarea fácil lograr que veinticinco
bandas y solistas grabaran con vos este nuevo álbum de un modo,
digamos, organizado.
-Bueno: en este disco lo que todos tuvieron
fue una conducta. Yo hace dos días que lo estoy escuchando y no
hay ningún tema que esté mal, es increíble.
-¿Qué tipo de conducta?
-(Piensa) La conducta... es un conjunto...
de acciones dirigidas todas... hacia un mismo... objeto. El objetivo
hay que ver qué es, pero la conducta es eso.
-¿De quién fue la idea de reunir a tus "amigos"?
-El inicio de todo fue el show de La Renga
en Huracán, el año pasado. Invitados: Pappo y Mollo; ahí empezó
todo. El quid de la cuestión fue Ricardo Iorio, que es un hombre
que tiene una visión de bondad hacia el mundo; es buen tipo, y sabía
que iba a pasar esto. Pappo's Blues 2000: con mi banda, 41 temas,
los dos discos a precio de uno...
-Esos músicos te llaman "el maestro"...
-Y, si soy el maestro, qué le voy a hacer...
(se ríe). Lo importante es que ellos ya sabían estos temas, porque
les sirvieron para aprender a tocar rock. Por eso me dicen "maestro",
porque yo les enseñé a tocar con un pizarrón...
-Uno de los amigos invitados es Calamaro. ¿Te parece que
Andrés hace rock?
-Calamaro es un personaje que hemos rescatado,
porque es una persona que nos quiere mucho a nosotros y nos admira
muchísimo.
-¿A quiénes te referís cuando decís "nosotros"?
-El Indio Solari, Iorio, yo, Medina; para él
somos sus maestros; lo dice todo el tiempo.
-Y si aprendió con ustedes, ¿por qué hace algo que no está
musicalmente relacionado?
-Porque él la pegó allá [en España] con un
conjunto español. Yo no sé qué toca Calamaro, nunca lo fui a ver
en vivo.
-Hace un rato hablabas de la catarsis, y de que te diste
cuenta de que en realidad te convenía ponerte a estudiar y practicar...
-Creo en lo que empecé hoy: a ensayar cuatro
horas diarias mínimo, después zapar una o dos horas, ir a casa,
seguir tocando, volver, acostarme, seguir tocando, ya me llevé un
equipo a la pieza, ir al estudio, seguir tocando, ensayar, seguir
tocando.
-Pero si te hubieras puesto las pilas antes, ¿no habría
sido otra tu evolución como guitarrista? ¿No te arrepentís de haberte
decidido recién ahora?
-No. Porque ahora sería un guitarrista aburrido,
como Pat Metheny.
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PAPPO |
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Revista Rolling Stone, Año 3, Nro. 27 |
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Junio de 2000 |
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Gloria Guerrero y Miguel Mora |
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Enrico Fantoni y David Sisso y Gentileza
Pappo |
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Pablo Bordenabe |
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Paula Moore |
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Sol Schajris |
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(de la Agencia de Ricardo Piñeiro):
Ignacia Esnal, Deborah Bello y Julieta Rossi |
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Manuela Shdelbauer |
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Horacio Roho |
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Teatro Maipo, Jimena Bueno, Alejandra
Baamonde, Silvana (medias), Mai Casal (Accesorios, cintas
y brazaletes), Ricky Sarkani (Calzados) |
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Rocas de Productora GP, Cabezas de látex
de Ticoral, Espadas de Numismática Buenos Aires |
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